miércoles, 13 de febrero de 2013

El óxido carcome, poco a poco, a Los Gallos.


Los Gallos es una escultura de la artista bogotana Elma Pignalosa, nacida en 1945 y quien con este monumento rindió un gran homenaje a los galleros de la región del Cesar y La Guajira; una práctica arraigada entre campesinos y hombres adinerados que cada ocho días se dan cita en la gallera, el redondel donde pelean estos animales, para hacer sus apuestas y demostrar quien tiene el gallo fino más fuerte de la comarca.



Las peleas de gallos son ya un arraigo cultural de Valledupar y sus alrededores y en grandes patios o fincas cercanas existen crías de gallos finos que son adiestrados para llevarlos al combate a muerte cada fin de semana.

Ese fue el propósito central de la obra de Pignalosa: representar con estos dos animales una ferviente pela de gallos finos que fue inmortalizada en una glorieta que es atravesada diariamente por miles de ojos en vehículos de toda clase.

Pero el olvido del Gobierno Municipal, traducido en la falta de mantenimiento es tan evidente que el óxido comenzó a comerse a los gallos por las alas, las patas, las plumas y los picos.

Sumado al deterioro de Los Gallos, está la poca atención para evitar que los indigentes tomen la glorieta como dormitorio y baño público.

El descuido de la Administración Municipal también se evidencia en que el cable de energía que suministra la corriente a una de las lámparas de iluminación nocturna, está por fuera del piso, exponiendo a las personas que suben a mirar de cerca los gallos a un corrientazo.

El director municipal de Cultura, Alberto Muñoz Peñaloza, asegura que el gobierno de Fredys Socarrás Reales tiene todo el interés en hacer el mantenimiento a los monumentos de la ciudad y para ello se están haciendo las gestiones.

Pero eso fue lo mismo que Muñoz Peñaloza dijo en 2012 cuando fue descubierto el robo de la mano izquierda de la Sirena Vallenata, cuyo monumento hasta el momento no ha sido reparado.

Los gallos siguen ahí, batiéndose en una interminable pelea, bamboleados por la brisa y a la espera de que, por fin, el estado se interese en su conservación.

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